Buñuelos que quieren volar

Lunes//Con actuaciones de Marina Miranda, Paola Ferrero y Gabriela Busca, y dirección de Darío Scarnatto, el Grupo C-SO puso en escena “Donde le viento hace buñuelos”, del autor cordobés Arístides Vargas. De estética surrealista, la obra aborda la cuestión de la libertad en las relaciones humanas.

Catalina y Miranda están encerradas. No sabemos exactamente dónde. Pero están confinadas, recluidas, atrapadas, privadas incluso de cualquier ilusión que las eleve y las transporte a otro lugar, a otros horizontes. Cada una, a su modo, genera sus recursos para escapar por un rato. Catalina es dueña de una imaginación exuberante, de la cual se sirve para tejer historias fabulosas y construir paisajes de felicidad. A partir de ciertos recuerdos del pasado, cuando era libre para pasear por el pueblo y encender los corazones de los chicos, recrea ámbitos de diversión y juego, generalmente interrumpidos por una monja adusta y severa cuya sola presencia actúa como un signo ineludible de censura, reprobación y crueldad. Miranda también acomete pequeñas fugas, acaso más tímidas, más mesuradas, más vacilantes. El recuerdo permanente de su madre, siempre presta a los reproches y a la terapia de shock, la han convertido en una persona frágil y vulnerable, portadora de un sentimiento de culpa que la lleva a agredirse y despreciarse. Ninguna de las dos encaja en ese mundo que nunca les permitió crecer y desarrollarse como son. La libertad, para las dos jóvenes, es solo un sueño lejano y un futuro improbable. En esa angustia se debaten, mientras esperan que algo ocurra y las arranque de esa vida de clausura.
"Donde el viento hace buñuelos", del cordobés con nacionalidad latinoamericana Arístides Vargas, es una obra tensa y desgarradora que aborda sin concesiones la cuestión de la libertad en las relaciones humanas, donde ciertas conductas no solo no pueden ser permitidas, sino que deben sacrificarse en pos de una mejor adaptación al medio. Catalina y Miranda son representantes de esa casta de soñadores que nunca han podido darse su propio ser, pero que sin embargo resisten, a su modo, con la mayor dignidad. La constante mención a los pájaros, los barcos, el cielo y las nubes, así como la omnipresente figura de una ventana, único medio de comunicación con el mundo exterior, son los símbolos de que hay algo vivo más allá de esas oscuras paredes que un día, de alguna forma, abandonarán para siempre. Los guiños al surrealismo, del que las chicas hacen gala con su imaginación desbordante, construyen el marco estético de la obra. Catalina, de hecho, a modo de homenaje al cineasta español Luis Buñuel, se hace llamar buñuelo.
La puesta destaca en varios aspectos. Hay un gran trabajo actoral de Marina Miranda, Paola Ferrero y Gabriela Busca, cuyas interpretaciones se muestran sólidas incluso en pasajes ásperos y esquivos. La dirección de Darío Scarnatto y la asistencia de Alfonso Losada logran que la obra alcance un gran dinamismo, a pesar de que es un texto con zonas de difícil tránsito. Estas decisiones, expresadas a través del movimiento de los actores y un gran trabajo de iluminación, alejan el vértigo en el que se mueven las dos compañeras, transformando la experiencia en un placentero ejercicio de reflexión que se queda con el espectador después de abandonar la sala.