Severino di Giovanni, la otra historia

Lunes//La obra de Marcelo Camaño, estrenada en El Galpón, permite asomar a la figura del anarquista italiano fusilado en nuestro país en 1931. Interesante trabajo de Federico Ponce, con dirección de Liliana Motto, en una propuesta que no sólo cuenta un momento de nuestro atribulado devenir nacional sino que también tiene el peso de su valor artístico.

La historia tiene una primordial característica que no tiene la ficción, en virtud de que la memoria permite a distintas generaciones compartir remembranzas personales a la par de la cronología histórica.
Y aunque algunos sucesos y personas remitan a tiempos menos próximos, las voces,  escritos y leyendas suelen convivir con el presente de un modo u otro.
Severino de Giovanni es una de esas figuras que enmarcadas en las primeras décadas del viejo siglo mantienen su vigencia en la memoria colectiva por su personalidad e ideales: sus escritos hablan de su pasión por su ideología del socialismo en libertad, con una presencia en el país que no estuvo exenta de conflictos y decisiones combatidas.
Debieron pasar muchos años para que, cuando la distancia histórica permitiera que la mirada emocional o discutible dejara lugar a la tranquila reflexión, su figura emergiera de una propuesta teatral. Y a Marcelo Camaño le correspondió retratar escénicamente su figura construyendo un texto dramáticamente interesante, con una aceitada dinámica que por medio de diversos pasajes narra ágilmente su vida, poniendo el acento en su estada en Argentina, donde muere fusilado en 1931.
Severino Di Giovanni era, en Argentina, algo más que un luchador anarquista. Como ha señalado el escritor Osvaldo Bayer, representaba la rebeldía antifascista de las primeras décadas del siglo y también el enfrentamiento con las posiciones tibias y moderadas de muchos de sus camaradas que no coincidían con sus métodos y talante. Para Di Giovanni, la dinamita era un elemento vindicador y la mejor de las medicinas para terminar con la barbarie que pretendían implantar los partidarios del fascismo. Sin embargo, supo combinar la acción directa con la formación política a ultranza, como era norma en la época. Y su enloquecido amor por la adolescente América Scarfó, hizo aflorar también su lado más romántico que contrastaba con la imagen sanguinaria que se empeñaban en dar de él sus enemigos y la prensa ligada al poder. Vivió y murió sin ceder en sus principios.
La puesta en escena
Embebida en su figura y su tiempo, Liliana Motto con un mínimo de elementos de utilería supo diagramar una puesta en escena eficaz, ágil, cuidando los climas de la historia con apoyo de música incidental y luces apropiadas para cada situación.
Federico Ponce asumió el compromiso de dar credibilidad a este personaje histórico, desenvolviéndose en el espacio escénico con soltura y convicción y demostrando su crecimiento actoral en lo que a histrionismo y palabra se refiere.
Concreta una labor más que interesante jugando con sostenida pasión, entereza o emoción cada una de las postales que conviven en este vaivén dramáticamente sólido, que alterna datos de la actividad del protagonista con los de su intimidad doméstica, dejando oír por momentos la palabra de su amada América Scarfó en la voz de Nancy Schettino.
La obra resulta entonces un retrato de valía y apropiado para los argentinos por la posibilidad de acercarse por igual a la pintura de otro tiempo y una de sus controvertidas figuras.
El acierto de Camaño fue crear un texto sumamente dinámico que no cae en un historicismo abrumador pero que brinda bastante data sobre momentos concretos de la historia argentina. De hecho, quien no tenga información sobre ese período, puede seguir la acción tranquilamente y disfrutar del espectáculo.
Severino, la otra historia no es una obra sólo para entendidos sino que puede ser apreciada por gente no particularmente adepta a los estudios históricos.
En síntesis, una propuesta bien interesante que no sólo cuenta un momento de nuestro atribulado devenir nacional sino que también tiene el peso de su valor artístico.