Ante la inseguridad, comerciantes toman cada vez más precauciones

Miércoles//Trabajar a puertas cerradas, colocar cámaras de tele vigilancia, alarmas, rejas, cambios de horario y contratar seguridad alternativa, son algunas de las estrategias que se despliegan. Diferentes alternativas se dan tanto en el centro comercial de la ciudad como en los barrios mas alejados, donde el delito suele ser más violento.

En una agencia de viajes de 25 de Mayo y Rivadavia un cartel pegado en la puerta advierte que no manejan dinero en efectivo. En Avellaneda y Alem, el dueño del lubricentro luego de sufrir una "entradera" puso una campana, un timbre y comenzó a atender tras un portón de rejas. En 9 de Julio entre Liniers y Maestro Argentino una modesta despensa de barrio se parece más a una pulpería desde que fue enrejado el mostrador. El ferretero de La Plata y Dr. Luppi debió duplicar las medidas preventivas y ahora además de contar con un dispositivo similar al almacén de Padre Varela, atiende con la puerta cerrada.
Carteles como "Estamos trabajando, golpee", "Toque timbre, estamos atendiendo", "Sonría, lo estamos filmando" son cada vez más habituales en las puertas de los más variados tipos de comercios. Ocurre tanto en la zona céntrica como en los pequeños negocios de los barrios más alejados, donde el delito suele actuar con mayor grado de violencia. Por caso, y pese al enrejado del mostrador, no fue suficiente para impedir que delincuentes asaltaran y golpearan a una mujer en la despensa de 9 de Julio al 2100.
Pollerías, rotiserías, inmobiliarias, casas de ropa, zapaterías, farmacias, cerrajerías entre otros comercios, están trabajando a puertas cerradas. Esta es sólo una de las formas de "autoprotección" que están implementando, ante la inseguridad, que ya los tiene cansados.
Cámaras de seguridad, alarmas, rejas, precauciones en actitudes personales, cambios de horario de funcionamiento, seguridad privada y hasta "armarse", son algunas de las estrategias de las que se valen los propietarios y empleados de distintos tipos de negocios, para intentar evitar pasar sustos y, sobre todo, ser víctimas de nuevos robos.

SEGURIDAD PRIVADA
En algunos casos, varios comerciantes aportan todos los meses una suma consensuada que luego entregan a un particular que cumple tareas de vigilancia durante el horario de comercio. Esta persona suele ser un ex integrante de la fuerza de seguridad y en Luján hace tiempo que sucede en la esquina de Mariano Moreno y Lavalle.
Esta modalidad se está replicando. No se trata del tradicional servicio con personas uniformadas, sino que es con personas de civil, que patrullan la zona caminando y se dedican exclusivamente a cuidar a los comercios que les pagan.
Una medida semejante tomó un grupo de comerciantes de San Martin y General Paz tras una serie de asaltos. En el fondo, todos saben que no es la solución pero ante el temor y la sensación de desprotección, resuelven tomar medidas paliativas.
En General Paz y Alte. Brown como en Alsina entre Saavedra y Alberti son vecinos los que tras ganarse la confianza de los comerciantes se hacen de un dinero extra efectuando rondines. Pero nada es garantía. De hecho, en la primera esquina tanto la ferretería como la venta de alimentos para mascotas sufrieron recientemente sendos asaltos. Mientras que en el barrio San Cayetano, hace 15 días fue nuevamente asaltada la agencia de loterías.
Asimismo, ya no llama la atención ver personal de seguridad uniformado en grandes cadenas de electrodomésticos, bancos privados, tiendas de marca o hipermercados. En San Martin al 200, una financiera tiene una persona de seguridad que luce un uniforme similar a la Policía Federal.
A este panorama, se le añade que muchos negocios de la zona céntrica –en particular los del rubro indumentaria- tienen que lidiar con las "mecheras" que se dedican a llevarse la ropa a escondida, aprovechando para consumar el delito los horarios de mayor movimiento y aplicando tácticas basadas en la distracción.
En los barrios, los pequeños comercios suelen ser asaltados mayormente por dos delincuentes que se movilizan en moto. Golpes que duran, como mucho, algunos minutos, aunque es tiempo suficiente para sembrar el pánico, sobre todo, cuando los delincuentes se muestran violentos o no dudan en abrir fuego como se viene apreciando cada vez con más frecuencia en este año.  
En la periferia, esta situación obliga a achicar la franja horaria de atención al público y hasta seleccionar a los clientes. Para ser más gráfico, en una pollería de barrio El Mirador que fue asaltada hace pocos días el dueño fue claro al respecto: "Ya sé quiénes son los clientes y como he andado en la calle, conozco cómo son (los delincuentes). Si la noche que me robaron les miraba la cara no les abría porque hacía calor y estaban con camperas que es un dato importante y siempre tienen jeans porque si andan con pantalones de gimnasia se les cae el revólver de la cintura", destacó el comerciante, y marcó como otro detalle la actitud que suelen tener los asaltantes: "Si los que vienen a comprar son amigos, hablan entre sí. Pero si entre ellos no hablan es porque están concentrados en robar".  
 
EN EL LÍMITE
Hay otros casos más delicados que no están exentos de controversia. En una distribuidora mayorista de bebidas, su dueño contrató a una persona armada mientras que el esposo de una martillera que hace poco sufrió varios ilícitos en un lapso de días reveló sin ponerse colorado ante este medio su decisión de armarse al tiempo que un vendedor de diarios y revistas del centro no se separa de su revólver, medida que adoptó tras ser blanco de varios asaltos. 
"Entre que las ventas han bajado y los constantes robos, ya no sabemos qué hacer. Tenemos cámaras, cierro más temprano", suele escucharse como denominador común entre los comerciantes que fueron asaltados.
Otro costo que deben contemplar los comerciantes es la instalación de las alarmas monitoreadas que pasaron a ser una medida imprescindible para proteger los locales y la mercadería cuando los negocios están cerrados. Quienes no lo hacen o no pueden hacerlo, quedan expuestos a que sus locales sean vaciados, lo que los lleva a tener que bajar la persiana de manera definitiva ya que no tienen forma de poder recuperarse.
Otra medida que con el tiempo y las circunstancias fue ganando terreno es el uso del débito automático. Por ejemplo, las aseguradoras prácticamente no manejan dinero en efectivo aunque los delincuentes suelen ignorar este aspecto e igual cada dos por tres se conoce un asalto en este rubro. El débito automático es como un pago en efectivo y, a la vez, es seguro tanto para el comerciante y para el cliente, que no tienen necesidad de llevar efectivo en el bolsillo o tenerlo en el local. Sin embargo, suele encontrar resistencia y es por el poco afecto de trabajar en blanco que tienen muchos comerciantes.
De todas formas, el problema de la inseguridad no se termina con rejas, cámaras, timbres, cambios de horarios o uso de debito automático. Queda en evidencia que en Luján el problema de la falta de seguridad es en el fondo un problema social en que gana la desconfianza, el temor y la gente reacciona como puede aunque no necesariamente consiga la solución.
En cada reunión entre vecinos y policías el diagnóstico es el mismo, el reclamo se vuelve uniforme y la respuesta de las autoridades se repite como un disco rayado. La sensación es que la Policía no tiene los elementos, la formación, ni la capacidad para combatir la delincuencia.