José Larralde, el payador

El reconocido cantautor brindó un espectáculo de tres horas en el Teatro Municipal Trinidad Guevara. Aprovechó la ocasión para hablar de todo, desde la pobreza y la humildad, nutrieros y escopetas, los indios, la anarquía falsa y la anarquía verdadera, Dios y hasta del INADI y de la Real Academia Española.

Las luces están prendidas, hay un murmullo constante. La sala está literalmente llena. De pronto, surge una silueta en el escenario. El público, animoso, aplaude de pie. La silueta corresponde a un hombre. El hombre viste de negro. Iluminado con luz tenue, desde arriba, sólo se distingue con claridad una aureola blanca: son el pelo y la barba de José Larralde, que estuvo el jueves pasado en el Teatro Trinidad Guevara.
José Larralde, conocido también como "El Pampa", nació en 1937. Es uno de los referentes más destacados del folklore y de la música popular argentinos. Recibió en 1995 el Premio Konex de Platino como el mejor Cantante Masculino de Folklore de la década. No obstante, él no se considera ni folklorista ni cantante, sino "recitador orillero", como dijo el jueves, "contador de historias". Y lo que interpreta no son canciones, sino "relatos en tono dominante", con el motivo típico de antiguos payadores, similar al ritmo de la milonga.
El recital consistió en catorce temas breves, pero duró tres horas. Larralde explicó cómo surgió y qué significa, según él, cada uno de esos temas. Aprovechó la ocasión para hablar de todo, desde la pobreza y la humildad, nutrieros y escopetas, los indios, la anarquía falsa y la anarquía verdadera, Dios y hasta del INADI y de la Real Academia Española. Por lo visto, recibirá el septuagésimo séptimo cumpleaños más locuaz que nunca. De hecho, confesó "cuando ya no pueda cantar, tengo el curro pensado: me hago cantor, "aleluya" y a la mierda".
Los catorce temas fueron, en orden de aparición, Un día me fui del pago, Mate galleta, Cosas que pasan, Y casi vendo el caballo, Ramón Contreras, La noche del peludero, Por adentro de la vida, Ayer bajé al poblado, De hablarle a la soledad, El alpedero, la mina y el alpedito, Patagonia, El alegre canto de los pájaros tristes, Y otras cosas fuleras y Elegía para un rajao.
El público lo saludó tal como lo recibió, de pie, pero, en realidad, la ovación fue igual de intensa que antes de empezar el espectáculo. Es decir, los presentes eran seguidores de Larralde, que sí lo fueron a ver porque sabían con qué se iban a encontrar.
Sea como fuera, el payador dio mucho de sí, aunque también dijo alguna vez que el hombre no vale por lo que dio sino por lo que ha de dar. Entre penas y esperanzas, el que canta llora y el que llora canta más. ¿Un sabio criollo?