“Ni siquiera sabía dónde quedaba Honduras”

Patricio Miguel Negreira, quien jugó en Flandria, trabaja hace años en ese país centroamericano. Actualmente es el preparador físico del último campeón de fútbol, el Club Deportivo Motagua.

Hace 14 años que Patricio Miguel Negreira dejó el partido de Luján. Se fue detrás de la posibilidad de seguir jugando al fútbol profesionalmente, ya que veía que el ascenso argentino "era muy difícil" y "las posibilidades de jugar en Primera, luego que Ferro me dio de baja, se complicaron".

En su historial se inscribían dos años en Flandria, en la Primera B, entre 1999 y 2001, experiencia que le abrió la opción de emigrar. ¿Su destino? Honduras.

"Jugué ocho años al fútbol en los equipos Deportes Savio, Club Deportivo Vida, Club Real España, Universidad Autónoma de Honduras y Unión Ajax. Llevo seis años trabajando como preparador físico. Actualmente soy el preparador físico del Club Deportivo Motagua, actual campeón del fútbol hondureño", contó Negreira.

Describió a su actual lugar en el mundo como "un país con muchos problemas, pero con una belleza natural enorme. Tiene valles, cerros, altiplanos. Y Honduras tiene costa en el sur, sobre el Pacífico, y al norte mucha costa sobre el Mar Caribe, con bellísimas playas e islas".

"Yo ahora, por cuestión de trabajo, estoy viviendo en la capital (Tegucigalpa), pero mi esposa es de la costa norte, de una ciudad muy linda llamada La Ceiba, donde radicamos", señaló.

La esposa de Patricio se llama Waleska y sus hijas Nicolle Alexandra (19), Ariana Belén (10) y Valeria Sofía (8).

"Gracias a Dios, una de las cosas más bonitas que el fútbol me ha dado es conocer muchos lugares. Viajar mucho y hacer muchos amigos. Dejé muchos amigos en Argentina y tengo varios en Uruguay y Brasil, pero también coseché muchas amistades en Honduras", aseguró el actual preparador físico.

En el balance de su experiencia afirmó que "es muchísimo lo positivo. Lo más importante en estos últimos años de mi vida fue haber conocido a Dios a través de Jesús y su palabra. Eso me ha llevado a poder vivir plenamente y aprender que ser feliz no depende de las circunstancias, sino es una decisión personal. Cuando conoces a Dios te das cuenta que las religiones son un absurdo y que lejos de acercarte a Dios te alejan".

Negreira contó que "formé una familia hermosa y además puedo trabajar en algo que amo y por lo que siento una pasión enorme. Lo negativo es haber dejado mi país, extrañar algunos amigos y familiares y no poder haber estado en el entierro de mis abuelos, que tanto amaba".

La rutina de Negreira arranca temprano. A las 6 de la mañana, lunes, martes y miércoles, se levanta para ir a los entrenamientos de Motagua. "A las 12 llego de trabajar, almuerzo en casa y a la tarde planifico mi trabajo. Dedico tiempo a estudiar para ampliar mis conocimientos e innovar. También voy al gimnasio y juego tenis de manera recreativa. Y por la tarde noche tres veces a la semana asisto a la iglesia Centro Cristiano Renovación".

Como proyectos, Negreira anota: "crecer como profesional". Por momentos confiesa que le surge interés por obtener el título de director técnico "pero no termino de decidirme".

Como suele suceder ante el desarraigo, Negreira admitió que "extraño mucho a los amigos, las raíces o ir a pescar con amigos al río. Acá pesco solo y en el mar. También compartir un café o un mate con un amigo".

De todos modos, siente que, en parte, se cumplió su sueño: "Siempre soñaba con vivir en una ciudad que tenga mar. Y siento que se me cumplió ese sueño".

"A veces el trabajo o el destino o lo que sea lo hacen a uno ir por caminos inesperados. Si no mira mi caso, ni siquiera sabía dónde quedaba Honduras y terminé descubriendo un país hermoso, con gente bellísima. Más aún, terminé bendecido con una familia maravillosa", reflexionó desde aquellas tierras.