Políticas de “presunto” desarrollo

Afortunadamente, la nota no la publicó Clarín ni formó parte de un informe de Canal 13 o TN, porque oficialmente tardarían segundos en desacreditarla. La escribió la periodista Josefina Licitra para la edición del domingo del diario “Crítica de la Argentina”. “Un pasquín”, según la claque de presuntos iluminados del programa oficialista de Canal 7 “6,7,8”.
El relato periodístico titulado “Platos vacíos” se basa en la situación que viven en un predio llamado “Acuba”, en Villa Diamante, partido de Lanús. Sintéticamente, sus vecinos –en su inmensa mayoría menores- pasan hambre. Y lo que allí ocurre es utilizado como disparador para exponer una serie de datos nuevos respecto de la pobreza y el hambre en todo el país. Cifras y datos que, por supuesto, no se publicitan en las tandas del “Fútbol para todos”.
Según esta reciente información, en el 53% de los hogares del país hay chicos que no cubren la porción mínima de alimentos diarios, a pesar de que Argentina produce alimentos para el doble de su población. En concreto, se indica que el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), a cargo del relevo más reciente sobre el tema, advierte que el 53% de los niños de hasta 12 años pertenece a un hogar con problemas para cubrir sus consumos mínimos de alimentación, vestimenta, salud y servicios básicos. Si se cruza ese dato con las cifras poblacionales del INDEC, el resultado es que unos nueve millones de niños pasan hambre en la Argentina.
Red Solidaria agrega que 2.920 mueren anualmente por desnutrición. ¿Datos sobre el contexto? La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que la Argentina tiene el 0,65% de la población mundial, y produce el 1,61% de la carne y el 1,51% de los cereales del mundo. “Es decir que tiene materia prima suficiente para abastecer a dos Argentinas juntas”, destaca Licitra.
Hasta el cierre de esta edición, ningún funcionario dentro de la administración nacional salió a desmentir la información periodística y cada una de sus cifras.
Pero la otra campana suena muy diferente. De hecho, en la convocatoria de esta semana para la visita de la presidenta de la Nación Cristina Fernández a la Basílica de Luján se enumeran, por escrito, las razones por las que deberíamos apoyar a este gobierno “preocupado y ocupado en resolver las necesidades de nuestro pueblo, especialmente de aquellos que menos tienen”.
Desde el Frente Para la Victoria subrayan que se estableció la Asignación Universal por Hijo; que se lanzó el programa “Argentina Trabaja” con 100.000 puestos de trabajo en cooperativas; se estableció la jubilación “para todos” y “sueldos dignos”, entre otras delicias de Néstor, Cristina y Alicia (Kirchner) en el país de las maravillas.
Pero la pobreza no disminuye; los jubilados siguen cobrando migajas y viviendo con mucho menos que lo justo; los sistemas públicos de salud están colapsados y sin miras de mejoras y, en el presunto “granero del mundo”, hay chicos que mueren por desnutrición, mientras millones pasan hambre.
Jamás lo dirán ni modificarán los términos, pero el Ministerio de Desarrollo Social de Nación debería llamarse, en contraste con la realidad, de “Sostenimiento de la Pobreza”.
El gobierno nacional, como muchos en América, adapta las recetas de las políticas sociales que redacta el Banco Mundial para la región y pretende hacer creer que está ofreciendo dignidad y derecho a los pobres, a través de “políticas sociales participativas”.
Las cifras de la actualidad demuestran que sus planes sociales –cooperativas, asignaciones, subsidios y demás dádivas-, muy progresistas todos, apenas logran mantener los niveles de pobreza y mismo hambre de las últimas décadas.
Las cifras exponen, en definitiva, que es verso aquello del “desarrollo social”. Salvo que entiendan por “desarrollo” tener a los carenciados de las cuestiones más básicas bien lejos de la protesta, el reclamo y la exigencia de lo que el Estado debe garantizarles.