Humedales del río: una mirada desde el aire

Un equipo periodístico de EL CIVISMO sobrevoló el curso de agua hasta la zona de Escobar. Sin ninguna de las obras anunciadas en marcha, el negocio inmobiliario se mantiene intacto. Los contrastes entre áreas naturales para mitigar inundaciones y las ocupaciones que las agravan.

La avioneta levantó vuelo y enfiló hacia el principal curso de agua que articula la cuenca del Luján. Durante algo más de una hora, las postales aéreas se repitieron como farsa y como tragedia. Farsa en lo que refiere a discursos reiterados desde esferas estatales que hablan de preservar humedales. Tragedia en forma de inundaciones y destrucción ambiental.

En una recorrida aérea, EL CIVISMO pudo comprobar que pese a los anuncios, no existen obras en marcha río abajo destinadas a disminuir los impactos de potenciales desbordes.

Todo está como siempre. El avance del negocio inmobiliario sobre áreas naturales con capacidad para absorber excedentes hídricos es una realidad que se mantiene y, especialmente cuando el río se introduce en el partido de Escobar, tiende a agravarse con nuevos proyectos en ejecución, herencia mantenida de la anterior gestión provincial.

Una visual aérea, en especial en algunos tramos del recorrido, aporta una buena dimensión de la problemática que denuncian muchas organizaciones a lo largo de la cuenca. Desde la ciudad de Luján con rumbo a Pilar y más allá la famosa planicie de inundación presenta alteraciones de todo tipo.

La principal incidencia del urbanismo sobre humedales se visualiza rápidamente en la margen derecha si uno se dirige con rumbo al Paraná. De hecho, al otro lado del río la organización vecinal logró algunos triunfos, como ocurrió tiempo atrás con una ordenanza dictada por la Municipalidad de Campana que protege una porción de la planicie de inundación cercana a la Ruta 9.

Desde el aire, los barrios cerrados se suceden uno tras otro, en un efecto de percepción favorecido por el acortamiento de distancias que implica trasladarse a gran velocidad. Las superficies ocupadas se extienden hasta el propio río, que es aprovechado como atractivo paisajístico. El suelo está perforado por todas partes. Son incontables las lagunas artificiales. Como lo reflejan distintas investigaciones, la construcción de esos espejos de agua responde a un doble propósito: estrategia comercial y fuente de tierra destinada a rellenar para que los predios dejen de cumplir su función natural de recibir el agua de inundaciones. Agua que no pasa para ese lado, va hacia otros que antes no se inundaban. Una cuestión de física elemental.

Se distinguen terraplenes levantados en los bordes del río. Funcionan como barreras de protección y alteran el escurrimiento natural. En eso, los emprendimientos no escatiman precaución y hasta le ponen diques a los laterales del río para proteger canchas de golf, como en Carmel, un barrio cerrado de Pilar. Eso pasó también en tierras lujanenses con Everlinks, hecho denunciado por Inundados de Luján y finalmente corregido.

Con la avioneta siempre en dirección al Paraná, aparecieron los vestigios de un barrio cuya ejecución está en suspenso y envuelta en múltiples denuncias. Una imponente laguna se proponía como atractivo de Verazul, proyectado en plena planicie de inundación (320 hectáreas) y a poca distancia de la Reserva Natural de Pilar, donde se conservan hermosos humedales que, gracias a la organización de los vecinos, se salvaron de la voracidad inmobiliaria.

UN GRAN DIQUE

De un lado, el humedal se extiende a lo ancho por varios kilómetros. Hasta allí llega el agua cuando el río Luján se inunda. Desde lo alto, parece como una enorme área verde de superficie firme. Pero cuando los rayos de sol la alcanzan, se aprecian grandes charcos escondidos entre la alfombra vegetal, reservorios de agua que resisten la sequía del verano.

Igual fisonomía presentaba la margen derecha. Pero todo cambió cuando la empresa Eidico avanzó con el famoso barrio San Sebastián. Todavía a bastante distancia, visualizarlo desde la avioneta implica comenzar a percibir una estructura en forma de rizomas de grandes dimensiones. Cuesta quitarle la vista por su espectacularidad tanto como entender quiénes autorizaron (o no impidieron) semejante obra en pleno humedal. Hasta se estuvo cerca de permitir una estructura similar, tipo espejo, del otro lado del río. Los vecinos de Los Cardales lograron impedirlo.

Según se describe en un trabajo elaborado por Patricia Pintos y Alejandra Sgroi, el emprendimiento ocupa unas 1.100 hectáreas, con un imponente frente de nueve kilómetros sobre la ribera del río, una extensión protegida por altos terraplenes, compuestos por distintos niveles perfectamente detectables desde el cielo.

Hace algunos años, el geólogo de la UBA, Eduardo Malagnino, le puso dimensiones al desastre observado por el equipo periodístico de EL CIVISMO: “La llanura de inundación pasó de tener un ancho inicial de 4.593 metros a 2.573 metros, luego de la pérdida de un ancho de 2.020 metros, que fue ocupado por las obras correspondientes a la urbanización San Sebastián. Esta pérdida representa una disminución del ancho de la llanura de inundación del 44 por ciento”.

Como síntesis de aquel trabajo, Malagnino propuso una solución diferente a las enunciadas por los gobiernos de turno en los últimos años. Suena radical para muchos, pero perfectamente razonable cuando se sobrevuela esa farsa paisajística que es San Sebastián. Dado que “las modificaciones severas introducidas han dado lugar a un incremento en la magnitud del peligro de inundación en el plazo inmediato” y que “el manejo de esta problemática insume gastos considerables iniciales pero, sobre todo, es el mantenimiento de estas obras correctoras el que tiene un costo económico superlativo y creciente en el tiempo”, el geólogo explicaba que “los países más desarrollados en el manejo de este tipo de peligrosidad geológica, han resuelto relocalizar las áreas urbanas que habían instalado sobre estas superficies”.

“Se considera que la faja de inundación del río Luján no es apta para el uso urbano y sus obras periféricas, debido a la recurrencia de los procesos de inundación directa que la afectan y el afloramiento de los niveles del freático libre. En esta zona el riesgo geológico del tipo peligro de inundación alcanza el registro máximo al ser extremadamente alto, independientemente de las obras antropogénicas existentes. Las obras construidas lo han potenciado y por lo tanto deben eliminarse ya que todavía existe la posibilidad de restaurar el sistema a las condiciones naturales que presentaba antes de su ejecución”, sintetizaba el geólogo.

 

SIN OBRAS (PÚBLICAS)

Sin una explicación previa, una bifurcación a la altura de Campana puede llevar al observador a confundir la continuidad del río con lo que en realidad es un canal artificial. Poco después de un serpenteo incesante (conocido como meandros, que desde arriba adoptan la forma de una serpiente en pleno avance), el Luján dobla violentamente a la derecha, para introducirse en territorio de Escobar. En cambio, lo que continúa en línea recta con rumbo al Paraná es el canal Santa María. Provincia, a partir de la gestión de María Eugenia Vidal, prometió ensancharlo y abrir otro en forma paralela. Se supone que tanto el existente como el futuro ayudarán a una más rápida evacuación de los excedentes hídricos hacia el río Paraná. Algunos especialistas lo ponen en duda.

Desde la bifurcación, donde nace, el canal Santa María se extiende durante siete kilómetros. Sus laterales son tierras inundables, como lo eran antes aquellas que en la actualidad alojan la crema del avance inmobiliario. De ahí la sospecha de varias organizaciones de que el anuncio oficial encubre, en realidad, un nuevo negociado privado (ver recuadro). De todos modos, los trabajos anunciados todavía no están en marcha. Nada de lo anunciado está en marcha. La posibilidad de sufrir grandes inundaciones sigue tan latente como siempre.

Antes de que la avioneta gire a la derecha sobre el Paraná para buscar nuevamente el cauce del Luján, el cronista alcanzó a percibir la ciudad de Campana y la Reserva Naturales Otamendi.   

Otra vez con el río Luján debajo, el vuelo no puede avanzar mucho más allá porque en ese punto se cruzan las rutas aéreas de San Fernando y se necesita de autorización para volar el espacio aéreo controlado por el aeropuerto internacional de esa localidad. Los metros en altura permiten, no obstante, alcanzar una buena panorámica del río y sus márgenes a varios kilómetros de distancia. El escenario no mejora. Por el contrario, se agrava. El cauce principal compite con toda clase de espejos de agua artificiales, que componen una decena de urbanizaciones en proceso de desarrollo, con idas y vueltas judiciales que, aunque importantes, nunca terminan de resolver la cuestión de fondo.

Aparecen varios nombres de desarrollos, no sólo habitacionales sino también industriales, como el Parque Industrial Loma Verde de Hormental SA., y los barrios El Naudir (180 hectáreas), El Cazal (71), El Cazal 2 (202) Amarras de Escobar (72), San Matías (523) o El Nuevo Escobar (216). En general, se promocionan como barrios náuticos con lagunas internas y salida al río Luján: “El barrio cerrado El Cazal promueve un estilo de vida diferenciado gracias a la recreación de un ambiente náutico privado parquizado. La presencia de importantes lagunas convive con una vegetación que anima el entorno con colores brillantes que alegran la vista. El Cazal se divide en 4 islas denominadas Las Lantanas, Las Dahlias, Las Verbenas y Los Lirios”, publicita uno de los barrios mencionados.

De regreso a territorio lujanense, la situación en las cercanías del río parece menos descontrolada, a pesar de que son varios los emprendimientos que llegan hasta el río, pero sin avanzar demasiado con construcciones y dejando, en cambio, áreas verdes como canchas de golf. Distinto ocurre, a simple vista, con los fondos de La Concepción y el hipermercado que integra el mismo complejo urbanístico. Entre ambos, se observa un sector de tierra removida que desde el aire toma la forma de una cantera incipiente.

 

Sólo anuncios

Desde su asunción, el gobierno de María Eugenia Vidal se refirió en varias oportunidades a la situación del río Luján. En ese camino, se anunció el acceso a créditos internacionales para costear obras que atiendan la problemática de las inundaciones.

La gobernadora aseguró que los trabajos comenzarían en marzo de 2017. Cumplido el plazo sin que comenzaran, se dieron nuevas fechas que tampoco se cumplieron. De igual modo, Provincia evitó dar precisiones del plan de obras y sólo se habló de una intervención en el canal Santa María. El resto se supone del contenido del Estudio Serman.

“No sabemos cuándo van a empezar. La primera obra que se iba a hacer es la del canal Santa María. Es muy controvertida porque originalmente la idea era ensanchar ese canal para evacuar más rápido el agua al Paraná cuando hay mucha lluvia. Ahora sumaron hacer otro canal paralelo. En su momento hablamos con funcionarios y pedimos explicaciones de la obra. Nos dijeron tonterías y la realidad es que entre los dos canales hay un terreno privado donde van a hacer un barrio náutico, que de esa manera quedaría entre dos canales y la tierra que van a sacar de los canales iría a rellenar esta zona, lo cual es una locura porque en vez de rellenarla, se la debe preservar como reservorio de agua”, explicó Adriana Anzolín, integrante de la Red de Asociaciones y Vecinos de la Cuenca del Río Luján.

También se desconoce si existen Evaluaciones de Impacto Ambiental: “Nosotros pedimos que se inicie con la apertura de los puentes que retienen el paso del agua. Pero empiezan con esta obra que no tiene otra justificación que beneficiar al sector inmobiliario”.