Mujer encontró a su hijo robado hace 46 años

El caso había sido contado en el 2018 por EL CIVISMO en el marco de la investigación por apropiaciones ilegales. En 1974, con apenas 14 años, tuvo un bebé en el Hospital Municipal que le fue arrancado de sus brazos. Le dijeron que había muerto. Sin embargo, nunca dejó de buscarlo. Gracias a la iniciativa de su nieto biológico, se produjo el reencuentro. El ADN confirmó el lazo de sangre.

46 años duró la búsqueda de esa mujer que nunca creyó que su hijo había fallecido en el parto. 46 años de un instinto maternal que jamás se apagó. 46 años caminando las calles de Luján buscando un rostro familiar, una cara que se le parezca, una pista que permita orientar su angustia. Y, cuando las esperanzas parecían enterrarse, la difusión de otras historias con llamativas similitudes, la impulsó a contar su caso a través de EL CIVISMO, en el marco de una investigación por apropiaciones ilegales y tráfico de bebés, que derivó en la conformación del grupo “Hermanos de búsqueda: Luján despierta”. Fue el puntapié inicial para un encuentro que esperó casi cinco décadas.

Las piezas del rompecabezas fueron encajando poco a poco. Tras la difusión del caso de la mujer identificada como S. a través de este medio, una mujer se acercó a la redacción de EL CIVISMO. Dijo ser la ex pareja de un hombre que había sido adoptado en circunstancias poco claras. En realidad, la búsqueda estaba impulsada por su hijo, que quería conocer a su familia biológica. La historia de la mujer tenía algunos puntos de contacto: fechas, nombres de los involucrados y semejanzas físicas. Y el análisis de ADN confirmó todas las sospechas que se fueron tejiendo en esos meses.

Como en casi todos los casos, el doctor Ricci estuvo involucrado de ese parto allá por 1974, cuando la adolescente de 14 años llegó al Hospital Municipal sola en remís desde General Rodríguez. Se fue de la misma forma, tras ver escasos segundos a su bebé. En su consciencia quedó que se trataba de un varón. Y no se equivocó. 

Era un 10 de agosto por la tarde. Y S. no olvida la secuencia. “El doctor Ricci estuvo en mi parto, con otra mujer que no sé quién era. La verdad es que fue todo muy rápido. Llegué a verlo en la cuna, de costado. Me llevaron casi de prepo a la sala. Una enfermera llamada ‘Lola’ me dijo que me habían cambiado la edad, que tenía 18 años y no 14”, explicó en agosto del 2018, cuando comenzaban a surgir diferentes casos con un modus operandi común, que involucraban entregas ilegales de bebés.

Después, pudo comprobar que en las actas del Hospital Municipal Nuestra Señora de Luján su ingreso no estaba registrado, mientras que su hijo fue anotado como que había nacido en la Clínica Güemes. El médico interviniente había sido Ricci. 

“Nunca pensé en dar ese bebé. Me lo sacaron. Cuando me llevaron (a la habitación) me lo sacaron, nadie me decía nada”, contó en su momento S.

Y casi como un presagio, sostuvo: “Yo no tengo esperanzas ya porque no tengo datos firmes para encontrarlo. Si apareciera alguien más o menos de ese tiempo, que por ahí le cambiaron la fecha a él también del nacimiento. A lo mejor del mismo año pero con otro día. Como hicieron conmigo habrán hecho con él”.

Justamente así fue cómo se produjo el reencuentro a casi cinco décadas. Una mujer leyó su historia y comenzó a atar cabos: las fechas coincidían con la situación de su ex pareja, cuyos padres adoptivos ya habían fallecido, sin contarle su verdadero origen.

Él -cuya identidad se reserva por pedido de la familia- se había criado en la teoría del abandono porque supuestamente era un hijo no querido, una versión que reciben casi todas las personas apropiadas. Por eso, nunca tuvo la intención de buscar a su familia de origen.

Sin embargo, su hijo sí: cuando se enteró que su papá era adoptado, tuvo la iniciativa de tener abuelos, ya que tanto los maternos como los paternos habían fallecido. “Tuvo la necesidad de saber quiénes eran sus abuelos”, contó Hugo Caparelli, uno de los referentes de Hermanos de Búsqueda.

“Muchos de nosotros piensan para qué vamos a buscar. Pero creo que nuestras búsquedas son una causa moral porque desconocemos nuestra historia, nuestra verdad. No somos adoptados como mal nos llaman, sino que somos apropiados. Pero, como esa palabra está asociada a los crímenes de lesa humanidad, es resistida por los buscadores”, agregó Caparelli. 

Así comenzó el camino de reencuentro, acompañado por la asociación Hermanos de Búsqueda. El primer contacto fue entre la ex mujer del apropiado la hija de S. y, poco a poco, se fue formando el vínculo. Los parecidos físicos entre las familias separadas hace 46 años fueron evidentes en forma inmediata, que se volvió aún más fuerte cuando revisaron viejas fotos de la infancia.

Aunque recién todo se resolvió cuando cotejaron los test de ADN. La mamá que buscaba, a la que le robaron su bebé, tenía hecho el análisis desde hacía varios meses, poco después de dar a conocer su caso a través de este medio. Esos resultados coincidieron con el estudio realizado al menor, que tuvo que hacerse el análisis denominado ancestral, que determina de dónde vienen nuestros antepasados. No había dudas: eran abuela y nieto.

La confirmación de este lazo de sangre fue en febrero pasado. Para esa época, el hombre apropiado se encontraba fuera de la ciudad trabajando. Sin embargo, el resto de la familia ya se había reunido: organizaron un almuerzo para conocerse. “Formaron rápidamente un clan”, contó una persona allegada a la búsqueda.

A su regreso a Luján, le contaron al hombre el hallazgo de su mamá biológica. Allí S. pudo conocer a su tercer hijo, el mayor, después de 46 años, sin haber dejado nunca de buscar incansablemente.

“Lamentablemente Luján fue cede de infinidad de apropiaciones, de delitos. Porque esto es un delito, más allá de que era una práctica naturalizada. Cualquiera iba a ver a una partera o una enfermera y le encargaba un bebé, que venía a cumplir un rol en esa familia, a ser el hijo de esas personas que no pudieron tenerlo. En ese rol que nosotros venimos a cumplir, lamentablemente detrás hay un delito y una costumbre tan naturalizada que nunca se tuvo en cuenta nuestra necesidad de saber: a dónde está nuestra familia, quiénes son”, remarcó Caparelli,  que nació en nuestra ciudad el 9 de enero de 1965 y fue entregado a una familia de Capital Federal. Todavía busca a su familia biológica.

En tanto, Yésica Luna, otra de las buscadoras, agregó: “Nosotros vivimos con esa inquietud: vamos por la calle mirando gente para ver si nos parecemos a alguien. Es terrible, pero nuestra vida es así.Es una cuestión de encontrarse a sí mismo en algún punto. Por más que uno tenga una vida, esa vida está incompleta”.