Lucas Ritacco, junto a Cecilia Gadan, crearon una protección lingual para los pacientes que realizan sesiones de radioterapia y padecen tumores en la cabeza y en cuello.
El médico lujanense Lucas Ritacco desarrolló un dispositivo para proteger la lengua de los pacientes que sufren cáncer de cuello y cabeza durante las sesiones de radioterapia. De esta manera, gracias a la innovación, se evitan los daños y secuelas vinculados a este tipo de tratamiento.
El apellido Ritacco está fuertemente asociado a la medicina en nuestra ciudad. Su padre, Eduardo, es un conocido y prestigioso traumatólogo, una de sus hermanas, Luciana, se orientó hacia la ginecología, y la mayor, Soledad, es psicóloga.
Hace una semana, a través de un medio nacional, Lucas Ritacco presentó el nuevo adelanto médico junto a su colega Cecilia Gadan, ambos profesionales del Hospital Italiano.
Según explicaron en una entrevista brindada al diario La Nación, se trata de un dispositivo que reemplaza a elementos artesanales como los corchos o los bajalenguas e inmoviliza la mandíbula cuando se llevan a cabo las sesiones de radioterapia para tratar enfermedades cancerígenas.
Cecilia Gadan es médica especializada en Radioterapia y Lucas Ritacco, especializado en Ortopedia y Traumatología, se desempeña como coordinador de la Sección Cirugía Asistida por Computadora del Hospital Italiano.
La idea de crear un elemento que evite los daños colaterales del tratamiento radioterapéutico comenzó en el año 2017 “después de meses de diseño, pruebas y correcciones”, contaron. Con la pandemia de por medio “lograron dar con la forma y el material que buscaban para el primer depresor lingual para radioterapia hecho en el país.”
Los profesionales explicaron que el dispositivo ya está aprobado por la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) y comenzó a utilizarse en el Servicio de Terapia Radiante del Italiano.
“La radioterapia en la cabeza y el cuello se utiliza para tratar tumores de la cavidad oral y nasofaríngeos, entre otros. Es la zona más compleja para irradiar porque por ahí comemos, respiramos y hablamos. Ahí también se ve la mayor toxicidad del tratamiento”, explicó Gadan.
“Eso puede traducirse en inflamación de la mucosa oral (mucositis) con dolor, llagas y otras lesiones en boca, imposibilidad de alimentarse, pérdida de peso durante el tratamiento y, con esto, la posible interrupción del tratamiento. El efecto secundario que más refieren los pacientes es la sequedad bucal por una alteración de las glándulas salivales.”
De esta forma, el nuevo dispositivo asegura la apertura de la mandíbula, mantiene la lengua inmóvil y protegida mientras se irradia el sitio donde está el tumor, facilitando la respiración del paciente.
Todo ello se logró gracias al diseño de una “máscara termoplástica de inmovilización personalizada. El depresor se coloca en la boca y, luego, la malla con la que se crea un molde único que cada paciente usa hasta completar la cantidad de sesiones indicadas,” explicaron.
FORMACIÓN
Lucas Ritacco, además de estudiar en la Universidad de Buenos Aires medicina y recibirse de Ortopedista y Traumatólogo, realizó estudios de modelado 3D. En el año 2007 inició un doctorado en Beijing en procesamiento de imágenes médicas digitales. En el año 2008 trabajó en el Laboratorio de Biomecánica de Rush Hospital en Chicago.
Dos años más tarde obtuvo una beca de la SNCF (Suiza), en la Universidad de Berna. También incorporó principios básicos de navegación del movimiento en la Universidad de Doshisha en Kyoto, Japón.
Finalmente, desde el año 2011 desarrolló la Unidad de Cirugía Asistida por computadora en el Hospital Italiano de Buenos Aires, donde actualmente continúa desempeñándose como coordinador.
“Fue bastante disruptivo, pero en definitiva se trataba de lo mismo: analizar cambios de geometría y cómo eso afectaba al paciente. Si el depresor lingual era muy grande, podía causar arcadas. Si era muy chico, no cumplía su función. Llegar al estado de bienestar con el diseño, que el paciente pudiera respirar sin inconvenientes durante la preparación y el tiempo de aplicación, nos llevó dos años. Al principio, no fue en el marco de una investigación, sino horas dedicadas a pulmón. Cuando fue cobrando forma y llegamos a la geometría óptima, vimos que funcionaba”, contó Lucas Ritacco.