Desde distintos rincones de la zona, del país e incluso del mundo, creyentes de todas las edades se reunieron una vez más para agradecer, pedir y rezar.
Por Brisa Papeschi Marrafino
Bajo el lema “Madre, danos amor para caminar con esperanza”, miles de creyentes participaron este sábado y domingo de la 51° Peregrinación Juvenil a Luján, un encuentro que conecta cuerpo, alma y fe.
Las personas se sentían intrínsecamente conectadas a algo superior que las guiaba hacia su destino. Partieron desde el Santuario de San Cayetano en Liniers rumbo a la Basílica de Luján, muchos se fueron sumando en el trayecto.
Desde distintos rincones de la zona, del país e incluso del mundo, creyentes de todas las edades se reunieron una vez más para agradecer, pedir y rezar.
Este año fue atípico: desde las cinco de la madrugada había fieles esperando en la plaza Belgrano, aguardando que la Basílica abriera sus puertas.
El recorrido se volvió largo, desafiante. Muchos lo hacían por primera vez; otros, ya habían perdido la cuenta. Pero todos se quedaban hipnotizados por la inmensidad y por la emoción de haber podido llegar.
“Es la segunda vez que hago la peregrinación”, contó Claudio. “Yo la hago desde los 12 años, y tengo 56”, agregó su esposa, Irma, con la voz entrecortada de emoción.
El sol pegaba fuerte durante la tarde del sábado. El aire era denso, el calor no daba descanso. Sin embargo, la noche trajo alivio: una brisa suave que parecía susurrar esperanza.
Y cuando el oxígeno parece no ser suficiente, cuando los músculos no responden y la energía se gasta; el único motor que queda es la fé.
A lo largo del trayecto, se vieron padres con bebés en brazos o en cochecitos, personas que avanzaban con bastones, muletas, andadores o sillas de ruedas. Incluso los compañeros de cuatro patas caminaban junto a sus dueños.
Cada fiel con su historia, con sus anhelos, con sus promesas, con sus motivos para agradecer o pedir perdón. El ambiente se llenó de rezos, música, oraciones y aplausos. Todos caminando a su propio ritmo, corriendo, trotando, lento, con pausas, pero todos detrás del mismo objetivo.
“Hace más de 20 años que hacemos la peregrinación”, contaron Ángel y Sabrina, un matrimonio que camina de la mano cada año. “Nosotras somos de Rauch. El año pasado vino un solo micro con 60 personas, y este año vinimos 120”, sumó otra peregrina con una sonrisa.
En el camino, nadie camina solo, todos son acompañados por la población que están dispuestos a ayudar ante cualquier contratiempo. Todos abrazados por la fé y la devoción.
Toda la comunidad unida, siendo parte de un solo corazón, completando el trayecto en equipo, como hermanos, acompañándose en cada paso para llegar a los brazos de su Madre, Nuestra Señora de Luján.