Domingo Tellechea: el arte de mantener vivo el pasado

Miércoles//El restaurador de Jáuregui abrió las puertas de su taller para contar los rudimentos de su oficio. Colaborador habitual de distintos museos del país, se entusiasma con armar en su ciudad un equipo de trabajo.

Hay oficios tan poco conocidos como necesarios. Cuando nos preguntamos cómo hicieron ciertas telas para acompañar el paso del tiempo y no sucumbir a sus embates, estamos aludiendo a la noble tarea del restaurador. Mezcla de alquimista e investigador, gracias a su meticuloso trabajo las obras siguen vivas y permanecen como testimonios de su época, alumbrando el conocimiento de las nuevas generaciones. Domingo Tellechea conoce sus rudimentos a la perfección: "Mi formación comienza desde chico, al punto que no recuerdo exactamente cuándo. Por la labor de mi padre, siempre estuve cerca de la museología y de la restauración", señaló. Hijo de Domingo Isaac Tellechea, reconocidísimo restaurador que, entre otras cosas, tuvo la oportunidad de trabajar con obras a Van Gogh y Siquerios, amén de haber sido el encargado de restaurar el cadáver de Evita a su regreso al país en 1974, Domingo recuerda los años de la infancia y la adolescencia como un continuo peregrinar por distintos puntos del país. "Mi padre siempre tuvo un compromiso político marcado. Eran tiempos difíciles y nos mudábamos mucho", recordó. Finalmente, luego de una prolongada estancia en San Pablo, donde actualmente reside su padre, Domingo decidió afincarse en Jáuregui, un pueblo por el que siente un profundo cariño: "Estuve fuera del país 15 años, hasta que decidí volver a este lugar que yo conocía desde mi niñez porque mi madre vivía acá. Puedo decir que estoy enamorado de su historia y de su gente", afirmó.
En cuanto a los límites de su oficio, Domingo reconoce que "por lo general existe cierta confusión sobre los límites de la profesión de restaurador. Se podría decir que es una profesión bastante nueva, si bien se reconoce en los Tratados del Consejo Internacional de los Museos, que le dan entidad y jurisdicción. Los primeros en practicar el oficio eran los mismos pintores, que lo hacían de forma aleatoria y empírica. Con el tiempo, se fue jerarquizando y mejorando en la medida en que se asoció con la ciencia, que a través de sus fundamentos técnicos le dieron mayor seguridad y precisión", explicó. "La conservación tiene su ámbito de acción específico, pero está muy próxima a la restauración. El conservador define las condiciones óptimas de exhibición y almacenamiento. Lamentablemente, son pocos los museos que cuentan con un área de este tipo debidamente jerarquizada", completó.

PROLONGAR EL ENCANTO DE LAS COSAS
Desde su taller de Jáuregui, ubicado frente al emblemático edificio del Club Flandria, Tellechea trabaja en la restauración de pinturas y esculturas: "Me especializo en pintura de caballete, pero he hecho otras cosas; creo que soy bastante polifacético. Por otra parte, la pintura y la escultura ya no tienen un encuadramiento tan rígido como en las épocas clásicas. Hoy todo está más superpuesto. Encontrás pintura en la escultura y escultura en la pintura", indicó. "Prefiero trabajar por mi cuenta, colaborando con distintas instituciones y colecciones privadas. Considero que parte de mi trabajo también es tejer relaciones y dar a conocer a través de una crítica constructiva mi opinión sobre ciertos trabajos", agregó.
No obstante, a lo largo de su carrera no han sido pocas las ocasiones en que sus conocimientos han sido requeridos fuera de nuestra ciudad. Y allí acudió Domingo para poner su pericia al servicio de distintos museos del país: "Colaboré con el Museo Güiraldes, de San Antonio de Areco, después de la terrible inundación que sufrió el pueblo en 2010. También pasé mucho tiempo en San Juan, en el renovado Museo Franklin Rawson, donde fui a capacitar a jóvenes para que pudieran conocer detalles sobre la conservación y restauración de las obras", contó. El gobierno de la ciudad de Buenos Aires, por su parte, también se hizo con los servicios del restaurador y Tellechea tuvo la oportunidad de traer a su taller obras de Quinquela Martín y Soldi: "Me hubiera gustado exhibirlas, pero no existía un lugar adecuado", recordó.

GATO Y MANCHA, DOS VIEJOS CONOCIDOS
Pero la obra que más ha trascendido últimamente es la restauración de los célebres Gato y Mancha, los dos caballos criollos que en 1925, guiados por el suizo Aimé Félix Tschiffely, unieron Buenos Aires y Nueva York, cubriendo una distancia de más de 21.000 kilómetros. Los dos ejemplares restaurados fueron presentados el año pasado, en ocasión de la inauguración de la Biblioteca y Archivo Monjardín, en el Complejo Museográfico Enrique Udaondo. "Se le practicó una taxidermia, una práctica en la que me inicié con mi padre trabajando con reptiles y ofidios. Desde chico empecé a conocer cómo hacer prótesis, conocer en detalle cómo está conformada la piel, saber distinguir qué tratamiento se le hizo a las distintas piezas y ese tipo de cuestiones específicas, lo cual me habilita para trabajar en una gran cantidad de materiales", explicó. "Se dice que la taxidermia es una materia que une la ciencia y el arte, porque se trata de devolver a una piel o carcasa exterior de un animal sus características y movimientos naturales. Gato y Mancha fueron muy longevos, murieron diez años después que la mayoría de los caballos, y eran muy viejos al momento de realizarle la taxidermia, por eso lucen como lucen, algo caídos, y eso le pone ciertos límites a una buena restauración", agregó.

Transmitir lo aprendido
Domingo sueña con abrir las puertas de su taller y conformar un grupo de trabajo que continúe profundizando y ampliando los límites de su oficio. Por otra parte, también trabaja en un posible proyecto conjunto con la Universidad de Luján, donde supo existir este tipo de formación antes de su cierre forzoso en 1980, después de cuatro años de intervención. "Hago lo que puedo mientras puedo. Me gustaría formar un equipo de gente acá en Luján y poder darle más volumen a mi tarea", confesó.