Cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento

Miguel Prince era el intendente de la ciudad en diciembre del 2001. "Nuestra primera decisión, consciente y explícita, fue no reprimir", reflexionó a 20 años del estallido social.

Por Miguel Prince*

Recuperada la democracia, los gobiernos nacionales entre 1983 y 2001, no pudieron, no quisieron o no supieron cumplir con sus compromisos electorales. El primero de ellos nos dijo que “en persona voy a levantar las cortinas de las fábricas”. El segundo confesó: “si decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Y el último, mientras festejaba por televisión “¡qué lindo es dar buenas noticias!”, en lo concreto nos recontra ajustaba y endeudaba con el FMI como nunca en la historia (hasta la llegada de Macri).

“Nos mean y nos dicen que llueve”, entendía todo una pancarta en Plaza de Mayo durante las movilizaciones de diciembre de 2001, en las cuales -no olvidemos- murieron 39 argentinos en manos de la represión estatal.

En Luján, por esos días, se cumplían 2 años de un mandato iniciado con el respaldo del 50% del electorado. A diferencia de las cuentas nacionales, el ejercicio de 1999 había arrojado superávit, y el nivel de autonomía municipal nos permitió, entre tantas cosas, construir el puente de la avenida Dr. Muñiz con recursos propios.

Pero en 2000 y 2001 la crisis general se profundizó aún más, con altos índices de inflación y desocupación, destrucción del empleo formal y de la industria nacional, y en Luján no estábamos al margen. Con sus dificultades y condicionamientos, las políticas locales del municipio  y su trabajo en red con las organizaciones de la comunidad, estuvieron direccionadas sobremanera a garantizar alimentos y salud para atenuar los efectos de la crisis. No obstante, también hubo estallido social y saqueos, con epicentro fundamental en Supermercado Norte (hoy Carrefour).

En ese marco, nuestra primer decisión, consciente y explícita, fue no reprimir.

Luego de esas jornadas, mejoramos, ampliamos y fortalecimos las prácticas que siempre caracterizaron nuestras gestiones. Desarrollamos nuevos espacios de consulta, intercambio, vínculo y articulación con todos los sectores de la comunidad lujanense, conformando de modo inmediato la Unidad de Emergencia Social para coordinar acciones y disponer de recursos municipales, junto con aquellos aportados por la Provincia y las donaciones de particulares para encarar lo urgente.

Retomamos el proyecto de parque industrial en la planta de la ex Algodonera Flandria, que finalmente se inauguró en 2003. Continuamos impulsando los proyectos de viviendas, a través de COVILU y los planes de autoconstrucción. Reforzamos los planes de obra pública a través del Programa de Pavimentación Permanente del Ente de Gestión Conjunta con la Cooperativa Eléctrica, y del SPAR (Servicio Provincial de Agua Rural), ejecutando así obras de agua corriente y cloacas en barrios y localidades.

Con el acompañamiento del gobierno nacional y provincial, y del voluntariado y sensibilidad de organizaciones sociales, como ADeLu (Asociación de Desocupados de Luján) se profundizaron políticas e iniciativas de reactivación económica y empleo. Mediante los programas sociales (Jefes y Jefas de Hogar, Trabajar, etc.) con contraprestación laboral, capacitamos en oficios y reinsertamos trabajadores desocupados que se complementaron con los agentes municipales para potenciar la capacidad del Estado Local para la prestación de servicios y pequeña obra pública (veredas, refugios y mantenimiento de edificios escolares y de entidades sociales). Esto, sumado a los programas del INTA, como el Pro-Huerta (familiares y comunitarias), mercados y ferias autogestivas en barrios y localidades, experiencias de trueque, compras comunitarias e iniciativas de la economía informal que morigeraron, en gran medida, los graves efectos de la crisis instalada. Por otro lado, en aplicación de aquella expresión que “de las crisis surgen oportunidades”, con los comerciantes dimos forma y comenzamos a ejecutar el proyecto de Centro Comercial a Cielo Abierto, con participación y adhesión de toda la comunidad.

Es decir, para nosotros quedaba claro que debíamos seguir en el camino de más organización y movilización comunitaria con todos los sujetos sociales. Fue así que fortalecimos los Consejos de la Comunidad, los comedores, merenderos y talleres culturales, la descentralización en  delegaciones, sub-delegaciones, centros de extensión municipal en todas las localidades, sociedades de fomento y reuniones semanales denominadas “La territorial” con funcionarios y dirigentes de organizaciones de barrios y localidades.

Por otra parte, vimos la necesidad que el Estado Municipal asumiera un compromiso más concreto y sistematizado con la seguridad y la justicia. En ese sentido, con planificación participativa, se proyectó el Consejo Permanente de Seguridad Ciudadana, y la creación de las Fiscalías Descentralizadas y Comisaría de la Mujer y la Familia.

En simultáneo, el municipio estuvo más presente en materia de educación y cultura. Jerarquizamos y ampliamos el Instituto Mignone, con nuevas carreras. Comenzamos las gestiones para la creación de la Escuela de Música Popular,  y pusimos en marcha la Casa de la Juventud recientemente inaugurada, con talleres de oficios y culturales, biblioteca, deportes, computación, etc. En materia de infraestructura escolar, inauguramos y gestionamos con la provincia nuevas escuelas y jardines de infantes. Inauguramos el CAI Compañeritos I, en el barrio San Fermín, y el CAI Compañeritos II, en el corazón del barrio Luchetti en Open Door. En salud, continuamos con la apertura de centros de atención primaria, e iniciamos junto a Nación el proyecto de Plan Director de Remodelación del Hospital Municipal, con una primera etapa en el sector materno-infantil que se concretó posteriormente.

Junto a la Diputada María Inés Fernández intensificamos el proyecto de expropiación y salvataje de la infraestructura de las entidades sociales incluidas en la quiebra de la Algodonera Flandria.

En lo político, específicamente, debemos recordar que la consigna popular a lo largo y a lo ancho del país era “que se vayan todos”. En ese contexto, de crisis de representatividad generalizada, recuerdo que varios intendentes le planteamos al entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, las renuncias de todas las autoridades nacionales, provinciales y municipales, con un llamado a elecciones para revalidar legitimidad.

Sobre la base de convicciones permanentes, y de las experiencias vividas, entendemos que siempre se debe salir de las crisis partiendo de ciertos conceptos. Entre otros, a mayor representatividad, mayor responsabilidad; a la legitimidad de origen, hay que sumarle legitimidad de ejercicio. O sea, gobernar es un compromiso cotidiano, una tarea permanente, como la educación y la capacitación, que no es de una vez y para siempre. Es mejora continua. Es actitud de transformación. Sin miedo a las iniciativas reformadoras o revolucionarias. En particular, para nosotros los peronistas resulta un mandato histórico: “El peronismo será revolucionario, o no será nada” (Evita).

Debemos ser realistas y conscientes. El imperialismo, el capitalismo y el liberalismo se sistematizan y expresan en la sociedad de consumo. Sus efectos económicos, sociales, culturales y, fundamentalmente, axiológicos,  se traducen en crisis y degradación, sobretodo MORAL. Por eso decimos que, entonces y ahora, el pensamiento de Perón sigue vigente: “en la tarea de liberación nacional y reconstrucción social, lo primero que hay que reconstruir es al hombre argentino”. Con realismo, otro concepto a tener en cuenta es que una cosa es llegar al gobierno, y otra tener el poder. No es ninguna novedad que hay un poder esencialmente inmoral (el Dios dinero, diría nuestro Papa Francisco) de carácter internacional, económico, judicial, mediático y político.

En cuanto a las asignaturas pendientes, existe consenso general acerca de la crisis y necesidad de reformas profundas en Seguridad, Justicia, Salud y Educación. Nosotros entendemos que para todo proceso de cambio, verdaderamente democrático, participativo y transformador, debe garantizarse el derecho a la información y a la comunicación, reconocidos éstos como bienes sociales y servicios públicos. Esto asegura transparencia y control comunitario.

Alberto y Axel incluyeron estas cuestiones en sus plataformas electorales. El pueblo votó y avaló este contrato social. Se trata ahora, superada la pandemia, de intensificar y concretar todas estas propuestas, iniciativas, planteos y proyectos.

Se trata entonces de menos sociedad de consumo, menos cultura del descarte que considera al ser humano como un bien de consumo, una cosa que se puede usar y luego tirar; y más cultura del encuentro, caminar juntos; más promoción de conciencia y formación para la unidad, la solidaridad y la organización comunitaria. Solidaridad, es pensar y actuar en términos de comunidad. Es un modo de hacer historia. Seguimos pensando que “el que milita solo, solo milita; el que milita con otros, hace la historia”. Y asimismo, que “la justicia social alarga la mirada de la solidaridad” (Evita). Y por lo tanto no globalizar la indiferencia. Nos tiene que importar lo que le pasa a los otros.

Los problemas de la democracia se resuelven con más y mejor democracia. Hoy más que nunca, asambleas y plenarios barriales. Democracia deliberativa con protagonismo popular.

Los problemas de la política se resuelven con más y mejor política, entendida también como una batalla cultural y comunicacional. Lo trascendente y permanente es ampliar la participación. Esto requiere integración, inclusión, fundamentalmente de jóvenes, de trabajadores, de desocupados, y en especial de las mujeres. Recordemos “si una mujer interviene en política, cambia la mujer; si muchas mujeres intervienen en política, cambia la política”.

“El pueblo unido jamás será vencido”, en aquellas jornadas de hace 20 años, fue el grito genuino de certeza, pero también de reclamo que, como en momentos fundamentales en la historia de los argentinos, aún sigue vigente como necesidad y obligación colectiva.

Unidad en democracia con libertad, justicia e igualdad.

Unidad para cuidar nuestra Madre Tierra.

Unidad con bandera, escarapela e himno, pero también unidad para tomar las decisiones aquí, para concretar nuestra independencia postergada.

Unidad e independencia para la Patria Grande.

“El hombre argentino está muy politizado, pero no tiene cultura política”, decía Perón en el modelo argentino (1974). Y ampliaba, para una cultura nacional “es necesario tomar en consideración tres instrumentos poderosos: los medios de comunicación masivos, la educación en todos sus niveles y la creatividad inmanente del pueblo.  (…) No debe olvidarse que la información nunca es aséptica, lleva consigo una interpretación y una valoración; puede ser usada como un instrumento para despertar la conciencia moral o para destruirla”.

Es imperativo agregar la exigencia de la ejemplaridad ética. “Temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en cualquier parte del mundo”, exhortaba el Ché.

Más vocación y más formación. Los peronistas históricos recomendaban elegir siempre a las compañeras y compañeros más capaces, más leales y más honestos.

En este sentido, Cristina insiste en que “se necesitan militantes de vocación, no de ocasión. Y si llegan a la función pública o a un cargo sólo por un interés o ambición personal, mejor que se busquen otro trabajo”. Militantes integrados en proyectos colectivos, no personales, ni sectoriales, ni de grupo, ni de círculo. Pepe Mujica invita “a los que les gusta el dinero que se dediquen a los negocios, pero no se metan en política”. La responsabilidad institucional debe estar necesariamente ligada a la lealtad a un programa.

En estas reflexiones mezclamos datos, recuerdos, sentimientos y convicciones desde una memoria personal, quizás desde la perspectiva de Gabriel García Márquez: “la vida no es la que vivimos, sino cómo la recordamos para contarla”. Pero también estamos atravesados por una memoria como tarea colectiva. Memoria para actualizar y definir con verdad, diagnóstico, acciones y programas que apliquen urgentemente contenidos de justicia reparadora y transformadora. Y “con amor eficaz”, como decía Camilo Torres.

Por si hiciera falta, o para aquellos que no lo sabían, la pandemia fue contundente, nadie se salva solo.

“Seamos todos artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie” (Perón).

“A la Argentina la salvamos entre todos o no la salva nadie” (Perón).

*(Intendente de Luján durante los acontecimientos de diciembre de 2001)