Ya no alcanza con el "Estado presente"

El peronismo deberá reflexionar por qué ante la llegada de un gobierno liberal (con apoyo popular) las condiciones sociales se deterioraron con tanta rapidez.

La situación económica y el deterioro comunitario en la mayoría de los barrios periféricos de la ciudad comenzaron a manifestarse con mayor radicalidad en los últimos años ante la mirada impotente de las agrupaciones sociales, los referentes barriales y el Estado.

En principio, se trata de una consecuencia natural de la crisis que vive el mundo laboral y las escasas oportunidades que se ofrecen a los vecinos para incorporarse de forma formal, con cobertura en sus derechos y generación de expectativas de progreso.

Las cifras a nivel nacional son desalentadoras: según datos oficiales, entre enero de 2024 y el mismo mes de este año se perdieron 79.800 puestos de trabajo en el sector privado, según publicó chequeado.com.

Pero el dato más impactante es que los sectores más golpeados son los que se vinculan más directamente con los trabajadores menos calificados (es decir, sin títulos terciarios o de grado) como la construcción y la industria, donde se perdieron 30.000 empleos. Además, estas cifras corresponden a trabajo registrado, por lo que se estima que el impacto en la informalidad (la imposibilidad de realizar changas, por ejemplo) también es profundo.

Todo esto se combina con una abrupta pérdida del poder adquisitivo frente a la desigual carrera contra la inflación. La aparición de conflictos que comienzan a multiplicarse tienen que ver con la decisión por parte del Estado nacional de “planchar los salarios” como herramienta para contener los precios. Si continúa cayendo el consumo seguirá bajando la inflación, sostienen desde la ortodoxia. Puede ser un espiral peligroso, más que virtuoso.

Las dificultades para generar empleo formal en Argentina se remontan a los últimos 15 años. Sin crecimiento en el sector privado, ha sido el Estado el único creador de empleo, y muchas veces de forma precarizada.

La llegada del brutal ajuste, combinado con despidos (tanto en el sector privado como público) y un estancamiento estructural para que los jóvenes puedan insertarse en el mundo laboral profundiza una tendencia a la exclusión que se percibe diariamente en los espacios públicos y los altos niveles de violencia.

La pregunta es cómo hará el Estado para revertir estas realidades sociales que se vuelven cada vez más complejas y derivan en no sólo el incremento de la pobreza sino en el achicamiento de los sectores medios y medios bajos.

Es indudable que el gobierno nacional no tiene la mirada puesta allí, ni la tendrá. Reclamarle eso resultaría incongruente. El desmantelamiento del Estado benefactor es prueba de ello. Todo lo público es despreciado como “gasto”. La consecuencia siempre será más desamparo.

El peronismo deberá también reflexionar por qué ante la llegada de un gobierno liberal (con apoyo popular) las condiciones sociales se deterioraron con tanta rapidez. En las últimas décadas, ese Estado presente al cual se alude como eslogan sirvió más para contener que para transformar la realidad cultural y material del trabajador. Con eso se debería vincular la autocrítica y la búsqueda de un modelo más eficiente y moderno, sin perder su aspecto humano.

Hoy, gran parte de la sociedad percibe que, a pesar del ajuste aplicado por los libertarios, la alternativa puede conducir a los mismos lugares que provocaron el triunfo de la derecha más cruel y deshumanizante que haya tenido la Argentina democrática en toda su historia.