Una viajera de alma que recorre Sudamérica

Partió desde Luján en diciembre y su objetivo es llegar hasta Panamá. Piensa regresar por Venezuela. Carolina Pérez, más conocida en las redes como "Isaura", está realizando su viaje para extenso a bordo de una moto.

Carolina Pérez se llama, pero pocos la conocen por ese nombre. En las rutas, en los pueblos alejados de los mapas y en los encuentros fortuitos con otros viajeros, ella es simplemente "Isaura". Una mujer de Luján que eligió cambiar las certezas de la rutina por la incertidumbre del camino.

Su motor no es solo la cilindrada de su moto, sino el deseo profundo de descubrir el mundo a su modo: sin horarios, sin jefes, sin planillas ni calendario. Libre.

La conocimos en EL CIVISMO a comienzos de 2024, cuando emprendió su primer gran desafío: unir Luján con Florianópolis, Curitiba y Mato Grosso do Sul en un viaje en solitario de más de 6.000 kilómetros. Iba acompañada por una imagen de la Virgen, su protectora silenciosa y constante en la ruta.

Desde entonces, su vida sobre dos ruedas no hizo más que crecer en intensidad, distancia y profundidad. Porque Isaura no viaja por deporte ni por moda. Viaja porque es su manera de estar en el mundo.

A fines de ese mismo año, cuando para muchos todo empieza a frenar, ella aceleró. El 30 de diciembre partió de Luján rumbo a un nuevo desafío: recorrer Sudamérica y llegar, si todo sale bien, hasta Panamá, para luego volver por Venezuela y atravesar de nuevo el continente hacia su hogar.

Lleva más de seis meses en la ruta. Pasó por Santiago del Estero, Salta y Jujuy, cruzó a Chile, atravesó los vientos del Altiplano, las alturas de la Cordillera, la nieve, el calor abrasador del desierto.

Llegó a Perú, donde vivió de todo, incluso una experiencia amarga en Lima que la entristeció profundamente, pero no logró frenar su impulso. Viajar te cambia la cabeza, el alma, la forma de ver el mundo.

La moto —su compañera fiel— está hoy cubierta de calcos que funcionan como testigos mudos de cada lugar transitado, de cada frontera cruzada, de cada historia que se le acercó en forma de abrazo, charla o comida compartida.

En el norte de Perú cruzó a Ecuador y llegó hasta un punto geográfico único: el límite exacto entre los hemisferios norte y sur. Desde allí, continuó su camino hasta Colombia. Su próximo objetivo es llegar a Panamá, cruzar el famoso Tapón del Darién —esa selva densa e intransitable entre Sudamérica y Centroamérica— y, luego, regresar a Argentina por Venezuela.

Un recorrido inmenso, casi impensado para quien no haya dejado atrás todo lo conocido. Porque Isaura no tiene casa fija, ni estructura, ni cronograma. Lleva en su moto todo lo que necesita para vivir. Duerme cuando tiene sueño, come cuando siente hambre y arranca cuando lo dicta el deseo.

Cada jornada es una hoja en blanco. No hay hoteles ni excursiones organizadas, ni agendas que cumplir. Solo el horizonte, la ruta y la naturaleza como paisaje y refugio.

En su camino se suceden las llanuras, las selvas tropicales, los desiertos secos, las montañas donde el oxígeno escasea. Ha soportado temperaturas extremas, lluvias torrenciales, tormentas de todo tipo. Ha visto amaneceres desde acantilados y atardeceres en pueblos donde nunca antes había estado.

No es un estilo de vida, es una elección de vida. La soledad —lejos de ser una carga— termina siendo su gran aliada. La compañía permanente consigo misma le permite descubrir lugares desconocidos y, sobre todo, rincones de su propia identidad que antes ignoraba.

Viajar es un desafío constante. Pero también es libertad. Es conocer otras culturas, dejar atrás prejuicios, romper estructuras.

Durante el trayecto, Carolina encontró apoyo en una red internacional de motociclistas conocida como MAI (Moto Ayuda Internacional). Esta comunidad solidaria brinda hospedaje, acompañamiento y apoyo logístico a quienes se lanzan al camino.

También agradece los mensajes de su gente de Luján: “El cariño que recibo por redes es increíble. Me da fuerza en los momentos en que se complica. Siempre agradecida”.

En cada paso, Isaura reafirma que su vida no encaja en ninguna etiqueta. No es turista, no es mochilera, no es una viajera de paso. Es, más bien, una nómade o casi porque por ahora en la hoja de ruta está planificado el regreso.

Una mujer que eligió estar siempre en movimiento, que dejó atrás la zona de confort para lanzarse a la aventura de lo desconocido. Que se deja sorprender por cada curva, en cada ciudad, pueblo o paraje, en cada mercado, en cada acento distinto. Que encuentra en la ruta una forma de estar viva con intensidad.

Quien quiera seguir sus pasos puede hacerlo a través de su blog personal en Instagram, donde aparece como @la_isauraa, o en Facebook como Isa Isaura.

Desde allí comparte fotos, reflexiones, relatos de lo vivido. Pero su verdadero diario de viaje está escrito en la memoria de los caminos, en el polvo de su moto, en las historias que cosecha en cada parada.

En definitiva, Isaura es mucho más que una viajera. Es una prueba de que, a veces, la libertad cabe en una moto y una mochila. Que se puede vivir con lo justo y ser rica en experiencias. Que se puede elegir vivir viajando y encontrar, en esa decisión, el verdadero sentido de estar en el mundo.