Elecciones Legislativas 2025: ¿una moneda al aire?

La incógnita es si los sectores menos ideologizados -aquellos que pendulan en cada cita electoral e inclinan la balanza para uno y otro lado- tendrán en sus pulmones algo de aire para continuar bancando el ajuste.

Los resultados de las elecciones intermedias para el kirchnerismo siempre fueron una especie de aguasfiestas a sus aspiraciones hegemónicas. En este caso, el análisis de la actual coyuntura y la necesidad de comprenderla para prever el indescifrable comportamiento de gran parte del electorado (dejando siempre afuera a las minorías fidelizadas) se torna más complejo por varios aspectos.

El primero de ellos es la inédita situación que implicó el triunfo de Javier Milei sin ningún anclaje territorial. Es decir, Argentina tiene un presidente que adolece de un partido político federalizado (los esfuerzos por construirlo hasta ahora le están dando aceptables resultados), que no cuenta con gobernadores propios y tampoco, siquiera, con un intendente. Todo le viene de “prestado”, al igual que en el Congreso.

Por lo tanto, lo que se observa es una dinámica electoral difícil de rastrear desde, al menos, el retorno de la democracia. Estamos ante un gobierno nacional que se presenta en cada uno de los distritos como opositor apelando en muchos casos a figuras o dirigentes camuflados de “anticasta” o conversos indisimulados.

El caso de la Provincia, definida como la madre de todas las batallas, podría determinar el sendero por el cual transite el final de mandato del gobierno de Javier Milei. Si apelamos al pasado (aunque de manera forzosa) para el peronismo esta elección podría asemejarse a la del 2017 cuando Mauricio Macri ocupaba el sillón de Rivadavia. En esa ocasión perdió siendo oposición incluso en la Provincia, comandada por María Eugenia Vidal.

Pero en octubre del 2017 la situación económica atravesaba una especie de “veranito” tras cierto ajuste macro en el primer año del macrismo que, comparado con el del actual gobierno, no llega ni a suela de zapato. La incógnita es si los sectores menos ideologizados (aquellos que pendulan en cada cita electoral e inclinan la balanza para uno y otro lado) tendrán en sus pulmones algo de aire para continuar bancando el ajuste.

Además, este año la política incorpora otro distintivo: el 7 de septiembre será la primera vez que el bonaerense deba concurrir a las urnas para elegir solamente candidatos provinciales y locales (en este caso senadores y concejales) ante la decisión del gobernador de desacoplar las elecciones con el afán de “desnacionalizar” la discusión pública.

El otro espejo donde se podrían encontrar vestigios de comparación son las legislativas de 2021. El peronismo había recuperado su hegemonía y el gobierno de Alberto Fernández debía revalidar su apoyo en los tortuosos años de pandemia. El resultado fue catastrófico. En nuestro distrito fue la primera derrota de Leonardo Boto como intendente cuando Rita Sallaberry encabezó la lista y le posibilitó al frente Juntos meter seis concejales.

Sin embargo, el escepticismo para el peronismo local debiera matizarse. La gestión del intendente transita por sólidos niveles de aceptación y reconocimiento. Aquel apabullante apoyo obtenido hace dos años será muy difícil de repetir pero no parece haber perdido vigencia. Y en la vereda de enfrente, sobre todo en la de color violeta, aparecen apellidos desconocidos o prestados por un vecinalismo claudicado.