El miércoles fue allanada una precaria vivienda y detenida una mujer. Hallaron cocaína y marihuana. Es el cuarto procedimiento en este sector de Open Door en lo que va del año por comercialización de estupefacientes.
El barrio Luchetti, en Open Door, volvió a ser escenario de un operativo contra el narcotráfico.
Este miércoles, personal de la Delegación Departamental de Investigaciones de Drogas Ilícitas de Mercedes, con apoyo de la Secretaría de Protección Ciudadana y de la Seguridad Departamental de Luján, desbarató un nuevo punto de venta de drogas en la esquina de Chaco y Pedro Goyena.
El procedimiento no fue casual. Vecinos hartos de los disturbios y del movimiento constante vinculado a la droga habían denunciado de manera anónima la situación, indica el parte policial.
La investigación, respaldada por seguimientos, fotos, filmaciones y testimonios, permitió identificar a la responsable: una mujer, Ana L., que operaba el narcomenudeo desde su propia casa.
La vivienda, precaria y en condiciones de vulnerabilidad, albergaba a su marido -consumidor habitual- y a sus dos hijas adolescentes, que según vecinos estarían al margen de la actividad ilícita.
En ese escenario de marginalidad, la droga funcionaba como fuente de ingreso y al mismo tiempo como condena para la propia familia.
La Justicia ordenó el allanamiento que comenzó cerca de las 17 y finalizó entrada la noche. Ana quedó detenida por infracción a la Ley 23.737. Su pareja y otro hombre presente en la casa fueron procesados.
El secuestro de dosis de cocaína listas para la venta, un compacto de la misma sustancia, marihuana en distintas presentaciones, dinero en efectivo, teléfonos y elementos de fraccionamiento no dejaron dudas: allí funcionaba un centro de expendio de drogas.
Pero más allá del procedimiento considerado exitoso, lo preocupante es la postal que se repite. Este fue el cuarto operativo en Luchetti en lo que va del año.
Otro dato que no es menor: tres de los puntos de venta desbaratados estaban a cargo de mujeres. Una tendencia que crece, tal vez porque detrás hay redes más grandes que utilizan a madres de familia en contextos de precariedad como pantalla del negocio.
La pregunta que se hacen los vecinos es siempre la misma: ¿hasta cuándo? Porque mientras se detiene a una vendedora y se secuestran dosis, el barrio vuelve a la rutina donde prima el miedo y la sospecha.
Cada operativo es un alivio momentáneo, pero el problema de fondo -la expansión del narcomenudeo y la falta de contención social- sigue intacto.
En Open Door, como muchos barrios, el negocio de la droga no se detiene. Y aunque la Policía golpee una y otra vez, el tejido social debilitado ofrece el terreno fértil para que, tarde o temprano, otro punto de venta vuelva a instalarse.