En la misa central que marcó el final de la Peregrinación Juvenil, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, dijo que "no queremos ser un pueblo indiferente ante tanto dolor, ni tampoco dejarnos ganar por la impotencia del no se puede".
Debido al temporal, la lluvia torrencial y el fuerte viento -con alerta naranja anunciada por el Servicio Meteorológico Nacional-, la misa central que marcó el cierre de la 51º Peregrinación Juvenil a Luján se debió llevar a cabo dentro de la Basílica, ante una plaza Belgrano desierta.
La ceremonia fue presidida por el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, quien brindó la homilía pidiendo por los hermanos “que sufren la pobreza y las consecuencias del narcotráfico”. Por eso, remarcó que “no queremos ser un pueblo indiferente ante tanto dolor”,
Y cerró con un “Viva la Virgen, Viva la Argentina”, que muchos entendieron como una parodia a los cierres de los discursos presidenciales en los que Javier Milei suele gritar “Viva la libertad, carajo”.
“Caminamos por nuestra patria”, dijo el sacerdote y remarcó que “a pesar de tantas cruces pesadas que carga nuestro pueblo, seguimos caminando. No aflojamos, y nos comprometemos a no abandonar los sueños de construir un país más justo y más fraterno”.
“Caminar con esperanza es no aflojar, es confiar en los que van a nuestro lado, es no transformarnos en profetas de calamidades que solo hacen diagnósticos de lo que ya sabemos que está mal, porque lo vivimos todos los días”, apuntó.
En esa misma línea, dijo que “caminar con esperanza es no dejarnos ganar por el desaliento y la tristeza. Es seguir adelante, aunque por momentos el egoísmo, la violencia y la injusticia parezcan ganar”.
“Hay muchos hermanos en nuestro país que ya no tienen fuerza para seguir. No encuentran sentido al camino de sus vidas y han detenido su marcha. Les pesa demasiado la pobreza, las consecuencias del narcotráfico, las enfermedades, la soledad. Por ellos también peregrinamos, los traemos en la mochila del alma, porque no queremos ser un pueblo indiferente ante tanto dolor, ni tampoco dejarnos ganar por la impotencia del no se puede”, sostuvo.
La homilía completa
Madre, una vez más y como todos los años, aquí están tus hijos. Tus hijos que vienen con los pies cansados, pero con el alma llena de emoción, porque nos recibís con ese amor que sólo vos nos sabés dar. A los pies de la cruz y a pesar de tanto dolor, le transmitiste mucho amor a Jesús, porque el amor es para dar, nadie se lo guarda.
Y vos en ese momento tan terrible, le diste todo el amor de tu corazón a tu hijo. Lo hiciste a través de tu mirada, que seguramente y sin palabras, le transmitía fuerza, ternura y consuelo. Y lo hiciste con tu presencia, quebrada de dolor, pero de pie, cerca, bien cerca de su cruz.
Hoy nosotros también te venimos a decir que necesitamos de tu amor de madre. Ese amor que cura, ese amor que nos juzga, ese amor que nos levanta y que nos anima en la esperanza. Llegamos aquí con nuestras cruces, con nuestras cruces personales, con dolores, con tristezas, cargando fracasos y broncas.
Por eso necesitamos de tu mirada de madre, esa mirada tierna que transmite tanto, una mirada dulce que nos destapa el alma, una mirada llena de compasión y de cuidado. Porque con su mirada la Virgen nos dice que nos ama, que para ella todos somos importantes. Su mirada no es un rayo láser que atraviesa y que duele, es una caricia que conforta nuestras vidas.
Y también, María, nos das tu amor con tu presencia maternal. Porque no nos dejas solos, estás siempre con nosotros. Nos bancás en todas, y eso es amor de verdad.
Nuestros corazones son atraídos por su amor de madre, por eso caminamos, ella nos anima en la esperanza. Con una madre así, y a pesar de tantas cruces pesadas que carga nuestro pueblo, seguimos caminando. No aflojamos, y nos comprometemos a no abandonar los sueños de construir un país más justo y más fraterno.
La madre de Argentina nos impulsa a continuar el camino, pero nos pide que lo hagamos unidos, que podamos también mirarnos entre nosotros con misericordia, y que estemos cerca de los que la están pasando mal. Porque como hijos de María, nos queremos parecer a ella. Peregrinamos muchos kilómetros, duelen los pies, duele la vida, pero sin embargo y sin que nadie nos empuje, seguimos caminando.
Y lo hacemos porque como dice el Papa León XIV, María encarna la esperanza, una esperanza que no nace en el ruido, sino en el silencio de una espera habitada por el amor. Caminar con esperanza es no aflojar, es confiar en los que van a nuestro lado, es no transformarnos en profetas de calamidades que solo hacen diagnósticos de lo que ya sabemos que está mal, porque lo vivimos todos los días. Caminar con esperanza es ser agradecidos por las pequeñas cosas de todos los días.
Caminar con esperanza es no dejarnos ganar por el desaliento y la tristeza. Es seguir adelante, aunque por momentos el egoísmo, la violencia y la injusticia parezcan ganar. Hay muchos hermanos en nuestro país que ya no tienen fuerza para seguir.
No encuentran sentido al camino de sus vidas y han detenido su marcha. Les pesa demasiado la pobreza, las consecuencias del narcotráfico, las enfermedades, la soledad. Por ellos también peregrinamos, los traemos en la mochila del alma, porque no queremos ser un pueblo indiferente ante tanto dolor, ni tampoco dejarnos ganar por la impotencia del no se puede.
Caminamos por los que no dan más.
Caminamos por nuestros abuelos.
Caminamos por nuestros adolescentes y jóvenes atravesados por la droga y el alcohol.
Caminamos por los que perdieron un ser querido víctima de la violencia.
Caminamos por los más pobres. Caminamos por los niños.
Caminamos por los discapacitados.
Caminamos por las familias.
Caminamos por los que buscan trabajo.
Caminamos por nuestros sueños e ideales.
En definitiva, caminamos por nuestra patria. Hoy le decimos a la Virgen de Luján que como pueblo no nos vamos a detener a pesar de las piedras y dificultades del camino.
Tampoco vamos a ir por atajos tramposos con propuestas facilistas y superficiales que nos prometen espejitos de colores. Aquí, junto a nuestra madre, nos comprometemos a seguir adelante porque no está todo perdido. Podremos detener nuestros pies para descansar, pero no detendremos el corazón.
Porque estos corazones volverán a sus hogares movilizados por el amor de una madre que nunca nos deja solos y que nos anima a caminar con esperanza y a no claudicar en recorrer juntos caminos de fraternidad, de diálogo y de encuentro entre los argentinos.
¡Viva la Virgen! ¡Viva! ¡Viva nuestra madre! ¡Viva! ¡Viva la Virgen de Luján! ¡Viva! ¡Viva Argentina! ¡Viva!